Stephen C. Meyer 16 de octubre de 2013 | Permalink
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¡Cuidado con el hueco!, reza la advertencia en el metro de Londres. ¿Son los huecos verdaderas discontinuidades en el mundo de lo viviente, debido a la infusión inteligente de información biológica en formas de vida no relacionadas entre sí por una continuidad biológica, o se trata de meros huecos en nuestro conocimiento? |
En mis consideraciones anteriores (
aquí y
aquí) acerca de la reseña que hacía Charles Marshall en la revista
Science de mi libro
Darwin’s Doubt [La Duda de Darwin],
1 respondía yo a la pretensión de Marshall de que la construcción de animales del Cámbrico
no hubiera exigido unas grandes caantidades de nueva información genética, sino que hubieran sido producidos por el «recableado» de redes preexistentes de regulación génica del desarrollo.
2 Exponía yo en dichas consideraciones que la propuesta de Marshall de un «recableado» de redes reguladoras génicas exigiría de por sí una infusión de nueva información en la biosfera, y que Marshall, en todo caso, se había limitado a empujar el problema del origen de la información atrás en el tiempo por algunas decenas o centenas de millones de años, postulando la existencia de un conjunto preexistente de genes para la construcción de los animales del Cámbrico en algún hipotético antecesor en el Precámbrico.
Ahora procedo a analizar su pretensión de que el argumento del libro en favor de un diseño inteligente representa un argumento puramente negativo, del tipo «Dios de los huecos».3 En su reseña, Marshall dice:
El método científico de Meyer es puramente negativo. Argumenta que los paleontólogos son incapaces de explicar la explosión cámbrica, lo que abre la puerta a la posibilidad de la intervención de un diseñador. Esto, a pesar de su protesta en contra, es un (sofisticado) método del «dios de los huecos», un método que es problemático en parte porque futuros avances suelen proporcionar soluciones a problemas que habían parecido difíciles.
Aprecio el cumplido de Marshall acerca de la sofisticación con la que me supone que presento esta falaz forma de argumentación. Sin embargo, su descripción de mi argumento es completamente errónea. En primer lugar, aunque reconozco en el último capítulo de La Duda de Darwin que el argumento del diseño inteligente tiene implicaciones favorables para la creencia teísta (por cuanto todas las religiones teístas afirman que el universo y la vida son producto de una inteligencia que ha materializado un diseño de manera deliberada), el argumento científico que presento no intenta establecer la existencia de Dios. Más bien, intento establecer que las características clave de los animales del Cámbrico (y el patrón de su aparición en el registro fósil) tienen su mejor explicación como debidas a una inteligencia diseñadora —una agencia o mente consciente, racional— de alguna clase. Así, mi argumento no cae dentro del argumento del Dios de los huecos, por la sencilla razón de que el argumento no trata de establecer la existencia de Dios.4
Pero dejemos a un lado lo que Marshall pudiera considerar como una distinción trivial acerca de lo que pretendo —o más bien de lo que no pretendo— haber establecido acerca de la identidad de la inteligencia diseñadora responsable de la vida. Cuando él afirma que mi método es puramente negativo y solamente basado en «huecos» en nuestro conocimiento o en la narrativa evolutiva de la explosión cámbrica, Marshall implica que La Duda de Darwin elabora un tipo de argumentación falaz que los lógicos conocen como «argumento ad ignoratiam». El argumento basado en la ignorancia se da cuando se presenta evidencia en contra de una proposición X como la única (y concluyente) base para aceptar alguna proposición alternativa Y. Los argumentos basados en la ignorancia cometen un evidente error lógico. Omiten una clase necesaria de premisa, una premisa que proporcione un apoyo positivo para la conclusión, no sólo evidencia negativa contra una conclusión alternativa. En un contexto explicativo, los argumentos basados en la ignorancia tienen esta forma:
Premisa Única: La causa X no puede producir o explicar la evidencia E.
Conclusión: Por tanto, la causa Y produjo o explica E.
Los críticos de la tesis del diseño inteligente suelen afirmar que el argumento en favor del diseño inteligente comete esta falacia.5 Afirman que los defensores del diseño inteligente usan nuestra presente ignorancia de una causa materialista de la información especificada o funcional (por ejemplo) como la única base para inferir una causa inteligente para el origen de tal tipo de información en los sistemas biológicos. Por ejemplo, Michael Shermer describe de esta manera el argumento en favor del diseño inteligente: «El diseño inteligente … razona que la vida tiene una excesiva complejidad especificada (estructuras complejas como el ADN) … para haber evolucionado por fuerzas naturales. Por tanto, la vida tiene que haber sido creada por … un diseñador inteligente». En resumen, Shermer afirma que los proponentes del D.I. argumentan así:
Premisa: Las causas materialistas o los mecanismos evolutivos no pueden producir una información biológica novedosa.
Conclusión: Por tanto, la información biológica especificada fue producida por una causa inteligente.
Marshall se hace eco de la crítica de Shermer. Pero la inferencia al diseño que se desarrolla en La Duda de Darwin no comete esta falacia. Cierto, el libro ofrece algunos argumentos basados en evidencia (y matemáticamente rigurosos) en contra de la capacidad creadora del mecanismo mutación + selección natural (ninguno de los cuales refuta Marshall). Y, claramente, esta falta de conocimiento de ninguna causa materialista evolutiva adecuada de, por ejemplo, la información biológica necesaria para la producción de formas novedosas de vida animal, forma ciertamente parte del fundamento para la inferencia de un diseño inteligente que se presenta en La Duda de Darwin. (Sin embargo, es probablemente más exacto caracterizar esta «ausencia de conocimiento» como un conocimiento de incapacidad, por cuando deriva de una evaluación exhaustiva de las capacidades —y limitaciones— causales de diversos mecanismos evolutivos materialistas). En todo caso, el argumento que se presenta en el libro no es, en contra de lo que pretende Marshall, «puramente negativo», y por ello un argumento falaz basado en la insuficiencia de diversos mecanismos evolutivos materialistas (o de huecos en nuestro conocimiento).
En contraste, el libro presenta un argumento positivo del diseño inteligente como inferencia a la mejor explicación para el origen de la información genética (y epigenética) necesaria para la producción de las primeras formas de vida animal (así como de otras características de los animales del Cámbrico, como la presencia de redes de regulación génica que funcionan como circuitos integrados durante el desarrollo de los animales). Propone el diseño inteligente como la mejor explicación no sólo debido a que muchas líneas de evidencia arrojan actualmente dudas sobre la capacidad creadora de mecanismos evolutivos carentes de dirección, sino también debido a nuestro conocimiento positivo, basado en la experiencia, de las capacidades que tienen los agentes inteligentes para producir formas de información digital y de otras clases así como circuitos integrados. Como razono en el Capítulo 18 de La Duda de Darwin:
Los agentes inteligentes, debido a su racionalidad y conciencia, han demostrado la capacidad de producir información especificada o funcional en forma de disposiciones lineales con secuencias específicas de caracteres. Formas de información digital y alfabética son generadas de manera rutinaria por agentes inteligentes. Un usuario de computadoras que siga la información desde una pantalla a su fuente llega invariablemente a una mente —a un ingeniero informático o a un programador. La información que aparece en un libro o en una inscripción procede en último término de un escritor o de un escriba. Nuestro conocimiento del flujo de información basado en la experiencia nos confirma que los sistemas con grandes cantidades de información especificada o funcional se originan invariablemente en una fuente inteligente. La generación de información funcional está «habitualmente asociada con una actividad consciente». Nuestra experiencia uniforme confirma esta verdad obvia.6
Así, la insuficiencia de las propuestas causas o mecanismos evolucionistas materialistas es sólo una parte de la base del argumento en favor de un diseño inteligente. Además sabemos por una amplia y repetida experiencia que los agentes inteligentes pueden producir y producen sistemas ricos en información y circuitos integrados. Poseemos un conocimiento positivo basado en la experiencia de una causa suficiente para generar nueva información especificada y circuitos integrados, y es la inteligencia. No desconocemos cómo surgen la información o los circuitos. Sabemos por experiencia que unos agentes conscientes y racionales pueden crear estas estructuras y estos sistemas con abundante información. Citando de nuevo al teórico de la información Henry Quastler: «La creación de nueva información está habitualmente asociada con la actividad consciente».7 De hecho, siempre que aparecen grandes cantidades de información especificada o funcional en un artefacto o en una entidad cuya historia causal se conoce, de forma invariable una inteligencia creativa —un diseño inteligente—, tuvo un papel en el origen de dicha entidad. Así, cuando encontramos un gran aumento discontinuo en el contenido de información funcional de la biosfera como sucede en la explosión cámbrica, podemos inferir —basados en nuestro conocimiento de relaciones establecidas de causa y efecto— que una inteligencia operó de manera deliberada en la historia de la vida para producir la información funcional necesaria para generar estas formas de vida animal.
En lugar de constituir un ejemplo de una argumentación falaz en la que se inferiría un diseño deliberado sólo a partir de una premisa negativa, el argumento de un diseño inteligente que se formula en La Duda de Darwin adopta la forma siguiente:
Primera premisa: A pesar de una búsqueda y evaluación exhaustiva, ningunas causas materialistas ni mecanismos evolutivos han demostrado la capacidad de producir grandes cantidades de información especificada o funcional (o circuitos integrados).
Segunda premisa: Causas inteligentes han demostrado la capacidad de producir grandes cantidades de información especificada / funcional (y circuitos integrados).
Conclusión: El diseño inteligente constituye la mejor explicación, causalmente más adecuada para la información especificada / funcional (y circuitos) que se necesitó para producir los animales del Cámbrico.
La segunda premisa afirmativa en este argumento clarifica que el argumento en favor del diseño deliberado en La Duda de Darwin no constituye un argumento basado en la ignorancia, ni es tampoco un argumento «puramente negativo«. De hecho, además de exponer que las diversas causas materialistas carecen de una suficiencia causal demostrada, mi argumento en favor del diseño inteligente afirma también la suficiencia causal demostrada de una causa alternativa, esto es, la inteligencia. Mi argumento no omite proporcionar prueba o razones positivas para preferir una causa o proposición alternativa no materialista.
De hecho, el argumento en favor de un diseño inteligente que se desarrolla en La Duda de Darwin constituye una «inferencia a la mejor explicación» basada en nuestro mejor conocimiento disponible.8 Como observo en el Capítulo 17 del libro, para establecer una explicación como mejor, un científico histórico tiene que citar evidencia positiva por la suficiencia causal de una causa propuesta. A diferencia del argumento basado en la ignorancia, una inferencia a la mejor explicación no afirma la suficiencia de una explicación causal simplemente sobre la base de la insuficiencia de alguna otra explicación causal. En lugar de ello, afirma la superior capacidad explicativa de una propuesta causa basándose en su suficiencia establecida —conocida—, y basándose en una ausencia de eficacia demostrada, a pesar de una búsqueda exhaustiva, de cualesquiera otras causas adecuadas. Así, la inferencia al designio depende del conocimiento actual de las capacidades causales de diversas entidades y procesos materialistas (insuficientes) y de agentes inteligentes (suficientes).
Formulado de esta manera, el argumento al diseño a partir de información biológica ilustra también los cánones normativos de uniformidad de método empleados en las ciencias históricas. El método uniformista afirma que «el presente es la clave del pasado».9 En particular, el principio especifica que nuestro conocimiento de las relaciones uniformes de causa y efecto en el presente deberían regir cómo evaluamos la verosimilitud de las inferencias que hacemos acerca de las causas de sucesos en el pasado remoto. La determinación de cuál explicación es la mejor de entre un conjunto de alternativas enfrentadas depende del conocimiento de las capacidades causales de las posibles entidades explicativas, conocimiento que adquirimos mediante nuestras repetidas observaciones y nuestra experiencia de los patrones de causa y efecto en nuestro mundo.10 Este conocimiento, no ignorancia, subyace a mi inferencia al diseño inteligente a partir de características de los animales del Cámbrico. No constituye un argumento desde la ignorancia como tampoco lo es cualquier otra inferencia bien fundamentada en los campos de la geología, de la arqueología o de la paleontología —donde el conocimiento presente de las relaciones de causa y efecto guía las inferencias que los científicos hacen acerca de sucesos en el pasado.
Marshall trata mi argumento como si perteneciera a la categoría de «argumento del dios de los huecos» no porque realmente tenga la forma de un argumento lógicamente falaz «ad ignorantiam», sino porque tácitamente presupone que las causas materialistas serán en último término suficientes para explicar todos los sucesos de la historia de la vida, y que solamente esta clase de explicación cuenta como explicación científica. Pero sabemos por nuestra experiencia uniforme y repetida que algunos tipos de fenómenos —en particular la existencia de secuencias y sistemas con una gran riqueza de información— no surgen de procesos materialistas inconscientes. Sólo por esta razón, por ejemplo, ninguna persona razonable insistiría en que las inscripciones de la Piedra de Rosetta en el Museo Británico tienen que haber sido producidas por causas puramente materialistas como el viento y la erosión.
Pero Marshall y muchos otros biólogos evolutivos mantienen un compromiso a priori con una explicación puramente materialista para todos los sucesos en la historia de la vida, incluso sucesos como la explosión cámbrica, que necesariamente implican la generación de inmensas cantidades de nueva información funcional. Al privilegiar compromisos previos con una narrativa puramente materialista de una historia evolutiva sobre nuestro actual conocimiento de causa y efecto —en particular, sobre nuestro conocimiento de que los agentes inteligentes, y solamente agentes inteligentes, producen sistemas y estructuras ricos en información—, Marshall y otros pasan por alto los imperativos metodológicos del método uniformista, un privilegio al que nosotros no nos acogemos (acerca de lo que sucedió en el pasado evolutivo), y así pasan por alto aquello que sí observamos (las capacidades causales de diversas entidades y procesos). Así, irónicamente, Marshall hace precisamente lo que cree que yo estoy haciendo: permite que su compromiso previo con un sistema de creencias —el materialismo evolutivo— se imponga contra un análisis objetivo de la evidencia de las observaciones.
En mi siguiente contribución, concluiré mi respuesta a Marshall con un epílogo acerca de otras dos críticas sustanciales, aunque de menor entidad, contra La Duda de Darwin.
REFERENCIAS:
(1) Charles R. Marshall, «When Prior Belief Trumps Scholarship», Science 341 (September 20, 2013): 1344.
(3) Marshall mantiene que Darwin’s Doubt presenta «un (sofisticado) método de “el dios de los huecos”. Charles R. Marshall, «When Prior Belief Trumps Scholarship», Science 341 (20 de septiembre de 2013): 1344.
(4) Este extremo lo explico de forma más detallada en mi libro anterior, Signature in the Cell [La firma en la célula], con estas palabras:
La teoría del diseño inteligente no pretende detectar una inteligencia sobrenatural poseedora de omnipotencia. Aunque el agente diseñador responsable de la vida bien puede haber sido una deidad omnipotente, la teoría del diseño inteligente no pretende poder determinar tal cosa. Debido a que la inferencia al diseño depende de nuestra experiencia uniforme de causa y efecto en este mundo, la teoría no puede determinar si la inteligencia diseñadora supuestamente responsable de la vida tiene o no poderes más allá de los que observamos en nuestra experiencia. Tampoco puede la teoría del diseño inteligente determinar si el agente inteligente responsable por la vida con su información actuó desde el ámbito natural o desde el «sobrenatural». Más bien, la teoría del diseño inteligente se limita a afirmar la detección de la acción de alguna causa inteligente (con un poder al menos equivalente a los que conocemos por experiencia) y afirma esto porque sabemos por experiencia que sólo agentes conscientes e inteligentes producen grandes cantidades de información especificada. La teoría del diseño inteligente no pretende la capacidad de determinar la identidad o ningunos atributos de dicha inteligencia, incluso si la deliberación filosófica o evidencias adicionales desde otros campos de conocimiento pueden proporcionar razones para considerar, por ejemplo, una hipótesis específicamente teísta del diseño inteligente. (pp. 428-429)
(5) A este respecto, por ejemplo, véase: W. Elsberry y J. Wilkins, «The Advantages of Theft over Honest Toil: The Design Inference and Arguing from Ignorance»,
Biology and Philosophy, 709-722; Robert T Pennock,
Tower of Babel: The Evidence Against the New Creationism, 171-172; Edward O. Wilson, «Intelligent Evolution: The Consequences of Charles Darwin’s “One Long Argument”»,
Harvard Magazine, 29-33; Eugenie Scott y Glenn Branch, «“Intelligent Design” Not Accepted by Most Scientists,»
School Board News, 13 de agosto de 2002 (
http://www.ncseweb.org/resources/articles/996_intelligent_design_not_accep_9_10_2002.asp).
(6) Darwin’s Doubt, p. 360, citando a Henry Quastler, The Emergence of Biological Organization, p. 16. Énfasis añadido.
(7) Henry Quastler, The Emergence of Biological Organization, 16.
(8) Peter Lipton, Inference to the Best Explanation, 32-88.
(9) Este principio se basa en los argumentos de Charles Lyell, Principles of Geology, 75-91.
(10) Peter Lipton, Inference to the Best Explanation, 32-88.; Stephen C. Meyer, «The Scientific Status of Intelligent Design: The Methodological Equivalence of Naturalistic and Non-Naturalistic Origins Theories», en Science and Evidence for Design in the Universe, The Proceedings of the Wethersfield Institute, 151-212; Stephen C. Meyer, «The Demarcation of Science and Religion», en Gary B. Ferngren, ed., The History of Science and Religion in the Western Tradition: An Encyclopedia, 17-23; Elliott Sober, The Philosophy of Biology; Stephen C. Meyer, Of Clues and Causes: A Methodological Interpretation of Origin of Life Studies, disertación doctoral, 77-140.
Fuente: Evolution News – Does Darwin’s Doubt Commit the God-of-the-Gaps Fallacy? 16/10/2013
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Publicado por Santiago Escuain para <b>SEDIN – NOTAS y RESEÑAS</b> el 10/31/2013 12:50:00 p.m.