“El corazón es engañoso más que todas las cosas y perverso, ¿quién lo conocerá?
Romanos 3:10-12
“Como está escrito, no hay justo ni aun uno; no hay quien entienda, no hay quien busque a Dios. Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; no hay quien haga lo bueno. No hay ni siquiera uno”.
Si partimos de esta base, que no hay nadie bueno según Dios, no debemos extrañarnos cuando oímos de corrupción en todas partes. De hecho, la corrupción es mucho mayor de lo que sabemos, porque solo una pequeña parte de ella sale a la luz. El corazón humano es engañoso, nos engañamos hasta a nosotros mismos, ¡cuanto más a los demás! No queremos que se conozcan nuestras acciones ocultas o pensamientos, y tapamos todo lo que sabemos que está mal o no nos conviene que se sepa, y aparentamos ser lo que no somos. Pero no podemos esconder nuestro pecado de Dios, el cual lo ve todo. Podemos engañar a los demás pero no a Dios, Él sabe exactamente lo que somos cada uno de nosotros.
Cuando Adán y Eva cayeron en el pecado lo primero que hicieron fue taparse con hojas de higuera porque entonces se dieron cuenta que estaban desnudos. Ese fue el primer intento de esconderse de Dios. Desde entonces para acá todos hacemos lo mismo. Nos escondemos y tapamos el pecado lo mejor que podemos. Tenemos una actitud hipócrita porque queremos aparentar ser mejor de lo que somos. No somos buenos, somos egoístas sobre todo y siempre pensamos en nosotros primero y siempre.
Algunos dirán: “Esto no es cierto. Yo siempre pienso en mis hijos, mi marido, mi mujer, mis hermanos”. Sí, claro, mis, mis, mis . . .lo mio, el Yo.
Cuando hacemos algo malo, lo ocultamos de todos. No queremos que nadie se entere, por lo que en general, nadie se entera excepto Dios. El corazón es engañoso y nos engañamos a nosotros mismos. Cuando hacemos algo malo, intentamos justificarlo a nuestros ojos, sabemos racionalizarlo todo muy bien para que la conciencia no nos moleste. Hacemos muchas cosas aparentemente buenas, pero a menudo las hacemos con la motivación errónea, pecaminosa.
No queremos leer la Biblia porque nos revela nuestros pecados, y nos deja desnudos ante Dios. Nos ponemos las hojas de higuera para taparnos.
Adán fue confrontado por Dios:
“¿Dónde estás?” Y él le respondió: “Oí tu voz en el huerto, y tuve miedo porque estaba desnudo”. Dios le dijo: “¿Quién te enseño que estabas desnudo? ¿Has comido del árbol que te mande no comieras?”
“Y el hombre respondió: LA MUJER QUE ME DISTE POR COMPAÑERA me dio del árbol, y yo comí”.
¿Qué estaba haciendo Adán? Estaba echándole la culpa a Eva primero, pero mayormente a Dios. “La culpa es de la mujer que TÚ me diste”. Eso es lo que hacemos cuando se nos coge haciendo algo malo, le echamos la culpa a otros. En el caso de Adán y de otros le echan la culpa a Dios.
Pero Dios es Amor, y a pesar de todo Dios inmediatamente empieza a preparar una solución para que ellos pudieran salvarse. Esta salida le iba a costar mucho a Dios, y en ésto vemos su gran Amor por nosotros. Por eso sabemos que Dios es puro amor.
“Más Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros” (Romanos 5:8).
Pero ¿quiere decir esto que Dios nos tiene que librar de todo sufrimiento porque nos ama? No, Dios no piensa como nosotros. Dios mismo sufrió lo indecible para salvarnos, y nosotros también tenemos que sufrir. El pecado es algo terrible. Trae muchos sufrimientos y pueden ser sufrimientos insoportables. Pero Dios sabe que son necesarios y por eso confiamos en Él a pesar que muchas veces no entendemos por qué Dios lo permite.
Recórdemos siempre que Dios nos dio ejemplo en el sufrimiento. Jesús mismo siendo Dios podía haber fácilmente escapado de todo sufrimiento pero no lo hizo por amor a nosotros. Tenemos mucho que aprender de Él.
1 Pedro 2:23
«quien cuando le maldecían, no respondia con maldición; cuando padecia, no amenazaba, sino enconmendaba la causa al que juzga justamente».
Santa Biblia vs. Reina Valera