30 abril 2009 — Todo el mundo sabe que la Biblia cuenta la historia de un diluvio universal en tiempos de Noé. Los científicos creacionistas razonan que sus efectos se dejarían ver en la actualidad —incluyendo la mayor parte de las capas sedimentarias y la mayor parte del registro fósil. Los geólogos seculares han ridiculizado esta historia desde el siglo 19, tratándola de mito, naturalmente, pero un artículo en la revista Annual Review of Earth and Planetary Sciences sugiere que algunos de ellos están reconsiderando el papel de las «megainundaciones» en la historia de la tierra. Algunas megainundaciones podrían ser consideradas como «fenómenos globales en lo planetario».
Scablands // Canales de Sprague,
parte del sistema Cheney-Palouse – USGS
El autor Victor R. Baker no estaba pensando en Noé, sino en un personaje más reciente, J Harlen Bretz (véase 27/07/2008). En su artículo, «The Channeled Scabland: A Retrospective», en el número de mayo de 2009 de Annual Review of Earth and Planetary Sciences,1 volvía a narrar la historia del valiente geólogo que se enfrentó al sistema establecido y propuso una «escandalosa hipótesis» para el desgarrado paisaje de la región oriental del estado de Washington. Su propuesta de 1927 de que una megainundación de la edad glacial labró la extensa red de canales en cuestión de días fue acogida con escarnio y ridículo. Baker escribió: «La comunidad geológica resistió en general su audaz hipótesis durante décadas, a pesar de una defensa entusiasta y elocuente de la misma». Bretz fue finalmente vindicado en la década de 1960, y en la actualidad su teoría constituye el nuevo consenso.
Baker expone claramente cuál era la razón para descartar la hipótesis de Bretz. Los geólogos no querían ni siquiera considerar unos procesos de tal extensión, porque sus presupuestos ideológicos no podían acomodarlos:
La prolongada naturaleza de la controversia de la Inundación de Spokane se debió en parte a la adhesión de muchos geólogos a unas presuposiciones de uniformismo sustantivo y epistemológico (véase columna lateral) que se creía erróneamente que constituían el fundamento de su ciencia (Baker 1998). Según una aplicación común pero errónea del principio del uniformismo, los procesos cataclísmicos, como los causantes del origen de los Canales de las Scablands, se consideraban como temas inadecuados para la investigación científica. Para contrarrestar esta presuposición uniformista, Bretz sólo pudo proporcionar unos datos de campo descritos de manera meticulosa para su inspección por parte de aquellos que estuvieran verdaderamente dispuestos para considerarlos. El final triunfo de su hipótesis, frente a la inicial hostilidad contra su recepción, estableció el escenario para la resurgencia de un nuevo entendimiento del catastrofismo geológico, lo cual quizá resalta más actualmente en el papel reconocido de la formación de cráteres de impacto en la historia de la Tierra.
Baker acaba de decir que el consenso mayoritario puede ser erróneo —durante décadas— debido a una cosmovisión sesgada, o presuposiciones epistemológicas (esto es, presuposiciones acerca de lo que conocemos y de cómo lo conocemos). Estas presuposiciones no proceden de los datos científicos, sino que se enfrentan a ellos: Bretz tenía los datos, pero sus colegas rehusaban considerarlos porque, desde su perspectiva del mundo, estos temas eran «inadecuados … para la investigación científica». Esto no es un descubrimiento que surja de la ciencia. Es una declaración filosófica relativa a la ciencia. En la columna lateral sobre uniformismo a la que Baker hacía referencia, decía esto:
El uniformismo es un principio regulador o doctrina en geología que desafortunadamente en ocasiones combina (a) la aplicación pragmática de estudios sobre procesos actuales a la comprensión del pasado (actualismo) con (b) presuposiciones sustantivas que niegan realidad a acontecimientos cataclísmicos. Tal como lo reconoció William Whewell, que inventó el término, el significado (b) es contrario a la lógica de la ciencia (Baker 1998).2
(Para información acerca de Whewell, en inglés, véase el artículo Científico del Mes para junio de 2007.) La mayor parte del artículo de Baker reexamina los datos en los Canales de Scablands relativos a una megainundación cuando el Lago Missoula rompió su presa de hielo, enviando unos 30.000 metros cúbicos de agua por segundo hacia el Pacífico. Los datos de campo incluyen fosos, cataratas, gravas en abanico y barras, montículos e islas residuales con perfiles hidrodinámicos, ondas de corriente gigantescas con forma de dunas, y enormes cantos rodados aislados. Analiza los procesos de alta energía que dejaron estas marcas: vórtices verticales (kolks), arrastres y cavitación, erosión y arrastre del lecho rocoso. «La megainundación de las Scablands comportó una fenomenal capacidad de arrastre de sedimentos, como queda patente por los cantos rodados que fueron llevados por la corriente», añade. Y muestra una fotografía de un canto rodado de 18 metros que fue arrastrado 10 kilómetros por las embravecidas aguas. En comparación con la roca, el automóvil a su lado parece una miniatura.
¿Cuál es la lección que se puede extraer de j. Harlen Bretz y de la controversia de la Inundación de Spokane? Baker analiza esta cuestión en sus últimos párrafos, en la sección titulada «Megainundaciones como Fenómeno Planetario Universal». ¿Es posible que los geólogos hayan estado aplicando erróneamente las presuposiciones uniformitarias, pasando por alto pruebas de megainundaciones por todas partes, en la tierra —e incluso en Marte?
Bretz pensaba que las formas del terreno de los Canales de las Scablands eran singulares (Bretz 1928a). «En ninguna parte del mundo se conoce», escribió él (Bretz 1959, p. 56), «una historia comparable en absoluto con lo que leemos en las formas de las Scablands». Era su razonamiento que su singularidad podría hacer su hipótesis de la Inundación de Spokane más digerible para aquellos que mantenían la generalización de que las formas del paisaje son originadas por la prolongada acción de procesos no cataclísmicos. Sin embargo, en años recientes se han ido documentando en muchas partes del mundo paisajes originados por inundaciones cataclísmicas con muchas semejanzas con los Canales de las Scablands (Baker 1997, 2002, 2007). Se encuentran ejemplos espectaculares de GCRs [ondas gigantescas de corrientes] en Asia Central (Baker et al. 1993, Carling 1996, Rudoy 2005),junto con inmensas barras de grava y marcas de derrubio (Rudoy & Baker 1993, Carling et al. 2002, Herget 2005). Morfologías de colinas con formas hidrodinámicas debidas a la megainundación aparecen en los canales de desagüe de los lagos glaciales de la región central de Norteamérica (Kehew & Lord 1986) y en el fondo del Canal de la Mancha (Gupta et al. 2007). Pero lo que más habría sorprendido a Bretz hubiera sido el descubrimiento de morfologías paralelas a las de las Scablands en Marte (Baker & Milton 1974; Baker 1982, 2001; Komatsu & Baker 2007).
Además de los estimulantes descubrimientos de paisajes procedentes de inundaciones cataclísmicas, estudios de los patrones, formas y procesos evidentes en los Canales de las Scablands han informado la comprensión de unos procesos que ocurren a escalas menores en los modernos canales de la base rocosa que resultan impactados por inundaciones extremas, de alta energía (e.g., Baker 1977, 1984; Baker & Pickup 1987; Baker & Kochel 1988; Baker & Kale 1998). La deposición en aguas remansadas por la inundación de scablands en las desembocaduras de diversos valles tributarios de los canales de las Scablands de Cheney-Palouse (Bretz 1929, Patton et al. 1979) se empleó para inferir las profundidades del flujo a lo largo de estos canales (Figura 10). Esta metodología resultó ser crucial para estimular el desarrollo de aquella forma de hidrología de paleoinundaciones que usan indicadores de paleoetapas para la reconstrucción de inundaciones relativamente recientes (Holoceno superior), con lo que aumenta nuestro entendimiento de las frecuencias de las raras inundaciones modernas de gran magnitud (Baker 1987, 2006, 2008b). De hecho, se puede imaginar una especie de investigación que invierte el proceso general de razonamiento por el que se extrapolan estudios de procesos comunes a pequeña escala al dominio de procesos menos comunes no observados a gran escala.
¿Qué deberían hacer los nuevos geólogos? Baker acaba analizando futuros desafíos a la comprensión de los Canales de las Scablands. Un problema, por ejemplo, es que el volumen de agua almacenado en el hipotético Lago Missoula parece «insuficiente para explicar los niveles indicados de inundación máxima en los Canales de las Scablands y la región colindante». Una posibilidad que sugiere es «una inundación subglacial súbita procedente de debajo de la Capa Glacial de la Cordillera». Detalles aparte, Baker hace una observación adicional acerca de hipótesis audaces, de la naturaleza de la indagación y comprensión científica y de la necesidad de pensar desde fuera de la caja:
Retrospectivamente, los estudios de los Canales de las Scablands podrían considerarse como relacionados con los orígenes individuales de un solo paisaje. Sin embargo, este extraordinario paisaje no fue estudiado para poner a prueba una hipótesis o teoría preexistentes (p. ej., erosión y deposición mediante una megainundación de alta energía). Más bien, los descubrimientos acerca de los Canales de las Scablands están conduciendo la indagación científica al reconocimiento de lo que puede ahora considerarse como fenómenos relacionados, de modo que se necesita una teoría completamente nueva. El resultante rico conjunto de oportunidades para la investigación se retrotrae a una solitaria e imaginativa hipótesis propuesta en la década de 1920 por J. Harlen Bretz. Aunque estas oportunidades pueden ahora abordarse con métodos que para Bretz hubieran parecido casi mágicos, la ruta más importante para el avance en el conocimiento sigue siendo aquel que queda mejor ejemplificado en la contribución más permanente de Bretz: un trabajo geológico de campo informado y perspicaz.
1. Baker, VR. The Channeled Scabland: A Retrospective. Annual Review of Earth and Planetary Sciences. Vol. 37: 393-411 (Fecha de publicación del volumen: Mayo 2009; doi:10.1146/annurev.earth.061008.134726).
2. Baker VR. 1998. Catastrophism and uniformitarianism: Logical roots and current relevance. En Lyell: The Past Is the Key to the Present, ed. DJ Blundell, AC Scott, Spec. Publ. 143, pp. 171–82. Londres: Geol. Soc.
Por fin, un geólogo secular lo ve y lo dice claro: La geología histórica no siempre sigue a los datos, sino las roderas de las presuposiciones. Este es uno de los más extraordinarios artículos procedentes de una revista secular en tiempos recientes. Contiene lecciones para la historia de la ciencia, la filosofía de la ciencia, la retórica de la ciencia y las interacciones entre lógica y empirismo.
Antes de proseguir, el lector debe comprender que Victor Baker no pone en duda ni las largas eras geológicas ni la tesis evolucionista. Por ejemplo, él cree que se dieron múltiples eventos de inundación procedentes del Lago Missoula durante muchos miles de años, y que el último sucedió hace unos 14.500 años. Sería injusto presentar a Baker como un partidario de la geología diluvial creacionista. Sin embargo, sí que es desde luego justo adoptar los mismos principios y métodos que él propone, y pensar también desde fuera de su caja. Quizá está en la pista correcta, pero no ha llegado lo suficientemente lejos.
Consideremos en primer lugar los datos empíricos. Baker evaluaba los datos de procesos de arrastre de alta energía que desde luego no son actualistas. Los geólogos diluviales creacionistas atribuyen a las Inundaciones de Spokane una fecha postdiluviana (es decir, con posterioridad al Diluvio universal de los tiempos de Noé). Pero se observa la misma clase de indicaciones de arrastre de alta energía en las capas más profundas del Gran Cañón del Colorado. La Gran Discordancia, por ejemplo, exhibe un repentino barrido de la parte superior de la roca del basamento, sobre la que se asientan la mayoría de las capas sedimentarias. Esta Gran Discordancia se puede mantener como un fenómeno universal. De modo que aquí tenemos a primera vista prueba de una megainundación universal en la historia de la tierra. Justo en la parte superior de esta superficie plana (donde los evolucionistas introducen un intervalo imaginario de mil millones de años) descansan las capas sedimentarias de la Arenisca Tapeats. En la formación Tapeats aparecen enormes cantos rodados, lo que sugiere el mismo arrastre de alta energía que Baker infiere en las Scablands —no una lenta deposición a lo largo de millones de años. La formación Tapeats, y las capas encima hasta la formación Redwall, exhiben deformación de sedimentos blandos en sus puestos. Las líneas de fallas se extienden en toda su extensión desde el fondo hasta la parte superior. La mayor parte de los contactos entre las formaciones son planos, lo que sugiere que no hubo vacíos de tiempo entre ellas. Los evolucionistas inventan intervalos de 10 millones de años, de 60 millones de años, e incluso de 100 millones de años entre estas formaciones, simplemente para sincronizarlas con sus presuposiciones evolucionistas, pero uno puede ver con sus propios ojos que estas capas son planas, como un pastel de capas, sin pruebas del paso del tiempo entre ellas. Estos son otros datos poderosos de una megainundación excediendo de lejos nada de lo que encontramos en los Canales de las Scablands. Para una mente carente de prejuicios, la misma clase de inferencias hechas en las Scablands pueden extrapolarse al Gran Cañón para inferir una megainundación de proporciones globales. En tal caso, puede reexaminarse Génesis 6–9 como un registro histórico, no como un mito. Un acontecimiento que dejó tras sí pruebas empíricas de su potencia.
Los datos de campo del Gran Cañón del Colorado
indican procesos rápidos y cataclísmicos, y no justifican
en absoluto una interpretación gradualista, actualista.
Fotografía aérea: Phil Konstantin
Consideremos también las lecciones filosóficas y lógicas de este artículo. Durante décadas, desde los 1920 hasta los 1960, los geólogos actualistas tenían las anteojeras puestas. Su cosmovisión les impedía ver datos que estaban ahí, a la vista de todos. Esto se debería recordar cuando se critica a los creacionistas por tener «motivos religiosos» para sus modelos científicos. Esta crítica va en las dos direcciones. Terry Mortenson, en The Great Turning Point, documenta como fue una cosmovisión sesgada antibíblica la que convirtió a Lyell, Hutton y a los otros fundadores del actualismo en apologistas de un concepto de miles de millones de años (en castellano se puede consultar un magnífico artículo por el historiador George Grinnell que documenta esto mismo, Los orígenes de la moderna teoría geológica). Citas de Lyell demuestran que mantenía una actitud de conspiración, con el objetivo de hacer volver a las universidades en contra de los geólogos bíblicos. Lo mismo que Darwin, estos proponentes de larguísimas eras de millones y miles de millones de años) no «descubrieron» sus teorías en los datos, sino que instituyeron un marco de interpretación en el que introducir y correlacionar los datos dentro del mismo (29/04/2009). Este marco interpretativo sirvió entonces (y sigue sirviendo actualmente) para aislar su filosofía evolucionista y protegerla de cualquier refutación. Se han puesto las anteojeras con sus propias prejuiciadas manos.
Baker alababa a J Harlen Bretz por proporcionar un «trabajo de campo informado y perspicaz» en apoyo de su audaz hipótesis. Fueron precisos muchos años para que este trabajo de campo hendiera a través del dogma de los actualistas, y ahora el neocatastrofismo está gozando de un renacimiento después de 150 años de dogmatismo actualista. Pues se debe decir que los geólogos creacionistas han estado realizando «trabajo informado y perspicaz» también durante muchas décadas. No es considerado ampliamente por las sociedades científicas seculares dominantes, porque éstas tienen unos intereses creados para preservar su cosmovisión evolucionista de ningún desafío serio. Pero el trabajo creacionista es trabajo de calidad. El lector podrá encontrarlo en revistas publicadas de instituciones como Creation Research Society, Creation Ministries International, Institute for Creation Research, Answers in Genesis y Center for Scientific Creation, entre otros; en castellano existe una selección de trabajos sobre geología publicada en la colección Creación y Ciencia, en la que en los volúmenes 2, 12, 13, 14 y 15 se tratan diversas cuestiones de geología diluvial. Quien quiera ver la evidencia del Diluvio con sus propios ojos, puede apuntarse a una de las excursiones de rafting de Tom Vail para descender por el Gran Cañón (véase Canyon Ministries; muy recomendado para diversión así como para formación).
Victor Baker no propone un Diluvio universal como el descrito en Génesis, pero ha dejado entrar una muy necesaria bocanada de aire refrescante en la discusión acerca de cómo debería abordarse la ciencia. Y señala la propensión al prejuicio debido a la cosmovisión, incluso entre los principales geólogos del mundo, que puede cegarles hasta el punto de impedirles ver los datos durante medio siglo. Nada en su artículo propone una megainundación universal —pero nada tampoco la excluye. Los principios y las lecciones históricas que propone deberían liberar a aquellos no atados a las cegadoras presuposiciones actualistas, para que puedan plantear, audaz y abiertamente: «El Diluvio Universal de Noé: ¿POR QUÉ NO?»
Fuente: Creation·Evolution Headlines – Are Secular Geologists Ready to Consider a Global Flood? 30/04/2009
Redacción: David Coppedge © 2009 Creation Safaris – www.creationsafaris.com
Traducción y adaptación: Santiago Escuain — © SEDIN 2009 – www.sedin.org
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Publicado por Santiago Escuain para Boletín de SEDIN el 5/21/2009 02:15:00 PM
Lecturas complementarias: