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La Doctrina de la Justificación
La justificación trata principalmente de la relación del hombre con su Dios. El significado de la Justificación depende de cómo se usa esa palabra en las Escrituras.
Los elementos de la Justificación
- El elemento negativo es el perdón del pecado y la eliminación de su culpa.
- El elemento positivo de la justificación es la imputación de la justicia de Dios al pecador y la restauración de éste.
El Método de la Justificación
- La Justificación no se logra por medio de las obras de la Ley.
- La Justificación se hace posible por la gracia de Dios.
- La Justificación se basa únicamente en la justicia de Cristo y Su sangre derramada.
- La Justificiación se recibe o es apropiada por medio de la fe en Jesucristo.
Lo Que Significa La Justificación
- La Justificación trata principalmente de la relación del hombre con su Dios.
El Arrepentimiento, Fe y Regeneración–tratan principalmente del elemento humano de la salvación, pero la Justificación es, ante todo, un acto divino y puede comprenderse mejor desde el punto de vista de la relación del hombre con Dios, o sea su posición delante de Él.
Antes de que el pecado entrara en el mundo esa relación era muy íntima—una relación de compañerismo personal y feliz communión, pero por causa de la desobediencia del hombre (su pecado) esa relación fue cortada y el hombre tuvo que huir de la presencia de Dios. La Justificación tiene que ver, pues, con la restauración del hombre al lugar que tenia delante de Dios antes de pecar: un lugar de íntima comunion y compañerismo. Se puede decir que la Justificación es el cambio que ocurre cuando se pasa de la culpabilidad y la condenación al perdón, a la absolución y al ser aceptado por Dios.
No cabe ninguna duda de nuestra culpabilidad delante de Dios porque todos pecaron y están destituidos de la Gloria de Dios (Romanos 3:23). En el tribunal de la justicia de Dios el hombre está ya condenado, pero el Señor Jesucristo en quien no hay culpa alguna, toma el lugar del pecador y sufre su castigo, satisfaciendo así las demandas de la Ley. El culpable entonces, juzgado en Cristo y por medio de Él, queda completamente absuelto, no por su propia inocencia sino porque Cristo como su sustituto pagó su deuda. Siendo, pues, juzgado por medio de Cristo y así obteniendo Su justicia, el pecador no puede ser hallado culpable; y así Dios, como juez, mirándolo en Cristo declara: Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo (Romanos 8:1), porque el pecador es acepto . . . en el Amado (Cristo) (Efesios 1:6).
En el Nuevo Testamento el término “justificar” lleva consigo todo el peso del significado que tiene en el Antiguo Testamento, con una afirmación aun mas fuerte de que se trata aquí de una declaración legal, más bien que de un cambio moral.
Y que de todo aquello de que por la ley de Moisés no pudisteis ser justificados, en él (Cristo) es justificado todo aquel que cree (Hechos 13:39).
Porque si Abraham fue justificado por las obras, tiene de que gloriarse, pero no para con Dios. Porque ¿qué dice la Escritura? Creyó Abraham a Dios y le fue contado por justicia. Pero al que obra no se le cuenta el salario como gracia sino como deuda; mas al que no OBRA sino CREE a aquel que JUSTIFICA AL IMPIO su fe le es contada por justicia. Como también David habla de la bienaventuranza del hombre a quien Dios atribuye justicia sin obras, diciendo: Bienaventurados aquellos cuyas iniquidades son perdonadas y cuyos pecados son cubiertos. Bienaventurado el varón que el Señor no inculpa de pecado (Romanos 4:2-8).
Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo; . . . Pues mucho más, estando ya justificados en su sangre, por él seremos salvos de la ira (Romanos 5:1, 9).
En todos estos versículos vemos una cosa muy clara, es decir que la palabra “justificar” no significa “hacerlo a uno justo” sino “declararlo justo” en un sentido legal, o sea, ponerlo en una relación correcta. Así que, la justificacion no trata directamente de la conducta del hombre ni de su carácter fundamental. Hay que tener presente que esta justificación tiene que ver principalmente con nuestra relación con Dios, pero naturalmente se mostrará en nuestras relaciones con otros. Cuando el pecador se encuentra en una relación correcta con su Dios, eso naturalmente produce santidad en su conducta diaria.
La persona que sabe que está verdaderamente justificada por Dios, nunca procurará exhibir su propia rectitud o justicia: porque, como San Pablo dijo: él deseaba ser hallado en él (Cristo), no teniendo mi propia justicia que es por la ley, sino la que es de la fe de Cristo, la justicia que es de Dios por la fe (Filipenses 3:9).
En la parabola del fariseo y el publicano (Lucas 18:9-14), el fariseo trató de justificarse a sí mismo, diciendo: . . . Dios te doy gracias porque no soy como los otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aún como este publican; ayuno dos veces a la semana, doy diezmos de todo lo que gano . . . Pero mas adelante leemos que . . . el publicano, estando lejos, no quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho diciendo: Dios, se propicio a mi pecador. Cristo entonces dijo: Os digo que éste descendió a su casa justificado antes que el otro; porque cuaquiera que se enaltece será humillado; y el que se humilla será enaltecido.
El Señor Jesús, hablando a los fariseos en Lucas 16:15 dijo: Vosotros sois los que os justificais a vosotros mismos delante de los hombres; mas Dios conoce vuestros corazones; porque lo que los hombres tienen por sublime, delante de Dios es abominación. Ningun hombre puede justificarse a sí mismo delante de Dios, sino solamente delante de los hombre, porque Dios es el que justifica (Romanos 8:33).
Así que, después de considerar la manera en que se usa en las Escrituras la palabra “justificación” , se puede decir que la Justificación es un acto judicial o legal de Dios, mediante el cual todos los que ponen su fe en Jesucristo son declarados justos y libres de la culpa y del castigo.
La Justificación se hace posible por la gracia de Dios. La Gracia de Dios se define como un favor inmerecido de Dios, o sea, recibir una cosa que no se merece. Por lo tanto, como la justificación es un acto legal de Dios y nadie sino Dios mismo tiene el derecho de ejecutarlo, y como nadie merece su favor, la justificación tiene que ser completamente de gracia, es decir, un favor inmerecido.
Este concepto de la justificación es evidentemente la base de la declaración de San Pablo cuando dijo que “Siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús (Romanos 3:24).
“Gratuitamente” quiere decir que nos es dada sin que nosotros tengamos que hacer nada para merecerla. Si ha de ser un regalo de Dios, necesariamente tiene que originarse en Él. El hombre no tiene nada que hacer sino recibirla, porque no puede hacer nada para justificarse a sí mismo. Sin embargo, Dios no obra como un soberano absolute, poniendo a ley a un lado, sino como un juez justo. Reconociendo y admitiendo que Cristo ha pagado por nosotros toda nuestra deuda. Él puede ser el justo y el que justifica (Romanos 3:26) al mismo tiempo.
San Pablo da un resumen de este concepto en su carta a Tito, diciendo: Porque nosotros también éramos en otro tiempo insensatos, rebeldes, extraviados, esclavos de concupiscencias y deleites diversos, viviendo en malicia y envidia, aborrecibles y aborreciendonos unos a otros. Pero cuando se manifesto la bondad de Dios nuestro Salvador, y su amor para con los hombres, nos salvo, no por obras de justicia que nosotros hubieramos hecho, sino por su Misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo, el cual derramó en nosotros abundantemente por Jesucristo nuestro Salvador, para que justificados por su gracia viniesemos a ser herederos conforme a la esperanza de la vida eternal (Tito 3:3-7).